José María Manzanares encontró la llave de la puerta grande del coso de Arles. El público francés llenó el coliseo para ver de nuevo a un Manzanares espléndido, reposado y toreando para él, para disfrutar. El alicantino comenzó estirándose a la verónica con la elegancia que le caracteriza. El público entraba en calor a medida que iba exponiendo su concepto del toreo, su particular forma de interpretar este arte. En todo momento llevaba cosido a la muleta al de Domingo Hernández, que desde el principio pecó de falta de fijeza y algo de brusquedad. Suavidad, franela pegada al hocico y simple hacia adelante. Por el pitón derecho el animal no terminó de humillar y fue por el izquierdo por donde mejor pudo expresar su toreo suave, con dominio y algo evolucionado, manejando los tiempos a la perfección y con una meridiana claridad de ideas. Arriesgó en los inicios de cada serie, con algún ajustado pase cambiado por la espalda y anclado al albero. Como guinda, una estocada recibiendo, marca de la casa. Dos orejas.
A pesar de que el primer triunfo importante de la feria de Arles estaba asegurado, y de que el toro que cerraba plaza fue bruto y complicado, Manzanares salió a hacer lo que mejor sabe: observar, estudiar y analizar, para después dar a cada animal la lidia más adecuada. Lo recibió en el tercio por tafalleras para más tarde salirse a los medios interpretando con gran billantez media docena de verónicas rematadas con una revolear. El toro presentó complicaciones desde el principio pero el diestro de Alicante, sin torcer el gesto y como suele ser habitual estuvo muy por encima del animal. Le proporcionó su tiempo y exprimió su bravura con elegancia y mucha torería. Brillante actuación de la cuadrilla durante toda la tarde. Se desmonteró Curro Javier tras banderillear al que cerraba plaza. ‘Estoconazo’ hasta la gamuza que le permitió desorejar al de Domingo Hernandez y ser el primer gran triunfador de la feria de Arles.