«[…] Manzanares en estado de gracia, asentado y sentido, que rayó el preciosismo y rozó la perfección […]», «[…] Su capote y su muleta arrebatan y entusiasman como un cante hondo, como una poesía, como una pintura o una música transmitiendo al respetable íntimas sensaciones, sólo atribuibles a los elegidos […]».

FRANCISCO MARCH 6 TOROS 6

José María Manzanares rompió la tarde para pasar a la leyenda de la Monumental. Primoroso en el manejo del capote, orfebre u poderoso con la franela, el alicantino toreó a lo grande. En el sobrero, sustituto del endeble segundo, alternó enjundiosas tandas por uno y otro pitón con esa expresividad tan suya, en la que todo el cuerpo sin forzar la figura, y cuyo mejor ejemplo fue el redondo de 360º grados culminado con un trincherazo pura escultura, vivo sentimiento.
Al quinto le hizo un faenón. Toro hondo de honda embestida honda, con él apareció un Manzanares en estado de gracia, asentado y sentido, que rayó el preciosismo y rozó la perfección. Gracia, poder y arte conjugados, el torero se iba tras la embestida y, con él, el gentío embrujado. Había ambiente de máximos trofeos, pero la tardanza del toro en morir del espadazo lo dejó en dos orejas y una excesiva, a mi parecer, vuelta al ruedo al toro.

JUAN SOTO VIÑOLO – APLAUSOS

Se lidió una brava corrida de Victoriano del Río con la que Manzanares cuajó su mejor tarde en La Monumental, con una tauromaquia estética y personal, plena de duende porque acompaña las telas con el cuerpo desarrollando un concepto del toreo que está tan cerca del Museo del Prado como de la Real Maestranza. Pura plástica, luminosa inspiración, la difícil facilidad. Fue en el quinto donde Manzanares regaló al público con una faena brillantísima e inolvidable para el aficionado. Su capote y su muleta arrebatan y entusiasman como un cante hondo, como una poesía, como una pintura o una música transmitiendo al respetable íntimas sensaciones, sólo atribuibles a los elegidos.