José María Manzanares cortó tres orejas (triunfador numérico de la temporada) en la corrida que cerraba la feria de la SantaMaría de Bogotá, la feria más importante de Colombia de la cual ha sido declarado como el torero que realizó la «Mejor faena» de la temporada bogotana.
Las crónicas relatan de este modo la apoteósica tarde del torero alicantino, una tarde para la historia, una tarde inolvidable, un recuerdo que siempre permanecerá en el corazón de la afición colombiana que ya le ha adoptado como el torero de la Santa Maria.
«La faena la realizó en el centro del ruedo y con la donosura que caracteriza los trazos de los elegidos del arte. Suavidad, temple y plasticidad fueron cátedras aprendidas y demostradas en la capital por parte del»Delfín» Manzanares. Los dos pitones los probó y por ambos dejó»regueros» de arte esparcidos por la propia boca de riego de la plaza. Fue un faenón de filigranas donde los pintores bien habían podido plasmar cada una de las ejecutorias pues el modelo estaba prácticamente quieto y el toro se acompasaba con esa lentitud.
«Para la historia de una plaza que va a cumplir 80 años la faena, la escultura, la obra magnánima que José María Manzanares sacó de su alma y su espíritu. […] Con muleta como cincel, y con mano izquierda y derecha como pincel. El torero cuajó la faena de la temporada. O lo que es mejor, la faena de muchas temporadas.»
«[…] y lo que vino a continuación no tiene descripción, con palabras, sólo se podría entender con los rostros y los ojos al borde de las lágrimas, y los bellos de la piel de punta, que tenían las 14 mil personas que llenaron la plaza.
Será muy difícil que se pueda torear tan lento, tan despacio. Con tanta largura y con tanta profundidad. Con tanta estética, con tanto arte. Las series por la derecha tuvieron más que templanza. La gente vivió la faena siempre de pie, y pareció enloquecer, después de tantos muletazos interminables,…»
«Bordó el toreo en ambos con ortodoxia y donosura, con dulzura almibarada y con temple exquisito «.
«El torero alicantino lo desengañó pronto y lo toreó por lo grande, acumulando muletazos, cada cual más lento, delineando la suprema estética de su toreo».