Tiene uno la curiosa tranquilidad de que se cuente lo que se cuente en esta crónica va a ser insuficiente para describir lo que ha ocurrido esta tarde en la plaza de toros de Albacete.

Manzanares ha estado cumbre en una faena de muleta al primer toro se su lote, tercero de la tarde, que de haber rematado con la espada con la contundencia con la que lo hizo a su segunda hubiera supuesto, probablemente, el premio del rabo, y no es Albacete plaza de regalar rabos. Si acaso alguna oreja.

Increíble. Contaremos lo ocurrido en el tercer toro de la tarde paso a paso porque aunque en el sexto también hubo dos orejas lo cierto es que no hubo allí nada de capote y todo el trasteo se basó en el pitón derecho del toro porque por el izquierdo, el de Juan Pedro lo que ofrecía apenas tenía calidad.

Lo grande, la faena de la Feria y de otras ferias ocurrió con ese toro, boyante, con duración aunque flojo. Fue el mejor de una corrida baja de casta, flojona y de muy pobre trapío, pequeñita. Mal ahí todos: ganadero, presidente, veterinarios, empresa, apoderados… Así, no.

El recibo de capote a pies juntos y la revolera fueron preludio de algo grande. Todo lo que hizo Manzanares desde el principio fue de cara a la faena, su cuadrilla siempre perfecta. No se había colocado el tercer par de banderillas y Manzanares ya estaba debajo de la presidencia de Luis Cuesta para pedirle permiso. El toro humilló desde el principio, se cayó varias veces por su falta de fuerzas por lo que la base de la labor del de Alicante fue la dosificación, pero una administración por la vía de estilo, el temple, la composición…

Si no hubiera habido un toro en este momento bien diríamos que aquello fue una clase magistral de ballet. Pero había un animal, más o menos bravo -realmente sólo llegó a boyante, sin más-, con sus dos puntas. Ya desde el principio se puso a torear sin probaturas, sabedor de la poca gasolina del toro. Pero aun aguantó más de lo que algunos esperábamos. Se picó poco en el caballo y empezó a entregarse mediada la faena.

Fue de libro la faena de Manzanares. Por los dos pitones surgieron tandas hermosas, es verdad que no muy largas pero cargadas de plasticidad. Todos los pases fueron con ese último tercio del muletazo con el que se enrosca al toro de verdad, acompañando la embestida hasta su cintura. No se puede hacer más bello el toreo. Los cambios de mano fueron los momentos álgidos, delicia de los fotógrafos que hoy habrán señalado la fecha en rojo en el calendario.

Y también todos los aficionados. 16 de septiembre de 2011. Era viernes. Me acuerdo -diremos dentro de unos años- que un día antes El Juli estuvo magistral… Si, sí. Y además, aquel toro de Manzanares era de Juan Pedro. ¿No jodas? Ea, sí. Salió bueno, aguantó la pelea de la muleta. La lástima de aquella faena de José María es que no pudo rubricarla con un estoconazo hasta la yema, y eso que se fue a los medios a matar, recibiendo. Lo recuerdo perfectamente, llevas razón. Fue una estocada como en dos tiempos, dándole un golpe al final para meterla casi del todo. Casi entera.

Pero entonces… ¿dos orejas a aquello? Sí, cómo no. Es cierto que la estocada es básica para la concesión de la segunda oreja pero aquella tarde, aquel 16 de septiembre del 2011, si el presidente no le hubiera dado la segunda oreja a Manzanares, el palco hubiera ardido. Porque es que si hubiera matado habríamos pedido el rabo. No se puede torear más bonito, más ligado, más armónico, con más temple. ¡Qué despacito torea José María Manzanares!, que dice la canción.

Lo del sexto fue otra cosa aunque en idéntica línea. El anovillado ejemplar, que fue sólo cara, recibió un micropuyazo y galopó en banderillas con un gran son, había olor a faena grande. El tercer par de banderillas de Curro Javier, de momento, fue el par de la Feria. Muy bien.

Dobló manos el toro varias veces y surgió, otra vez, la elegancia y el temple. Eso sí, por el pitón derecho. ¡Qué manera de alargar la embestida del toro!, dándole esa última parte del muletazo que otros nos hurtan. El toro a menos; precioso el pasodoble de la Banda de Pozohondo -que fue ovacionada al final-… y dos orejas.

Ojo a la estocada de este toro. Fue cerca de las tablas del dos. Manzanares, con un precioso turquesa y oro -similar, o el mismo, que visitó hace tres años aquí en otra faena memorable en Albacete a un toro de Las Ramblas, citó recibiendo y metió la espada hasta la gamuza, cayendo el toro en el mismo sitio de la estocada en escasos segundos. Manzanares aguardó la muerte del ejemplar, respetuoso. Sin alharacas. Inmenso.

Castella miraba a Manzanares mientras daba la vuelta al ruedo tras cortar las dos orejas de su segundo toro como con envidia pero es que el francés hoy estuvo muy desdibujado.

Quizás tras lo de Manzanares en el tercero no cabía hacer otra cosa. Si hay que ir se va… pero ya saben lo que ocurre cuando se va para nada. El bocado a la manzana del pecado de ser el torero que mejor hace el toreo hoy en día fue de Manzanares. Aquí en Albacete, aquí en el paraíso. ( Burladero Vicente Casañ / Albacete)

Aplausos.es

El alicantino deja dos actuaciones para la historia y se lleva cuatro orejas en su esportón. Juan Mora recibe leves pitos en el primero y palmas en el cuarto. Castella saluda una ovación el el segundo y es pitado en el quinto.

Tarde para la historia la de José María Manzanares en Albacete. La plaza, que estaba hasta arriba, se puso boca abajo con la brillante faena del torero en el tercero. El alicantino toreó con un sentido de las distancias extraordinario, con temple, colocación, con un gusto exquisito… en definitiva, cumbre. El alicantino dio muestras de su poderío y técnica en una completa labor rematada con una gran estocada recibiendo que enloqueció al público manchego.

Y con el que cerraba plaza, más de lo mismo. Nueva muestra de temple y despaciosidad, con un toreo medido y por abajo, arrastrando la muleta a un toro que no destacaba por nada, pero al que metió en la muleta y al que despachó con una nueva estocada recibiendo de efectos fulminantes. La plaza, un manicomio.

Manzanares, dueño del toreo sublime. El Día Digital

No caben adjetivos para describir lo que se vivió en la Plaza de Toros de Albacete, gracias al regreso de un torero esperado, José María Manzanares. El alicantino estuvo soberbio con dos toros de Juan Pedro Domecq de escasa condición a los que deshorejó.
Una se queda sin palabras cuando presencia una obra de arte como la que José María Manzanares dibujó ayer sobre la arena albaceteña. Pincelazos de toreo grande y bello que emocionan a los aficionados y que convence a los más cerrados que el toreo es arte, arte de verdad. Pero sobre todo lo es cuando lo ejecuta un maestro como José María Manzanares, sensacional esta temporada y que, para mayor satisfacción a los que amamos esto, todavía no ha tocado techo.

Llegó a Albacete, plaza en la que se le esperaba ansioso después de que el año pasado una lesión le impidiera estar, y la llenó, registrando La Chata la mejor entrada de toda la Feria con unos tendidos prácticamente colmados. Y llegó con la muleta cargada de temple, despaciosidad y profundidad, y como premio, cuatro orejas a dos toros de Juan Pedro Domecq que para nada tenían tanto fondo y que tuvo que cuidar desde su salida por chiqueros.

Hacía muchos años que un torero no cortaba cuatro orejas en un festejo en Albacete, hubo que esperar hasta ayer para que el hito volviera a repetirse, y de qué manera. Sublime estuvo Manzanares con su primero al que cuidó mucho en el caballo por su poca fuerza. Manzanares extendió la muleta y planchada se la ofreció al morlaco que no tuvo más que tomarla rendido a la profundidad y el empaque de su matador, que lo llevó completamente embebido en el trapo por ambos pitones sacando condiciones a un animal que no las tenía. Ligó series profundas con la derecha, y sensacionales con la izquierda, rematadas con interminables pases de pecho y de adorno, un cambio de mano de cartel de toros. Y como colofón una estocada en dos tiempos recibiendo al toro.
Y llegó el sexto y con él otra vez el toreo lento, templado y hondo acompañados por unos olés rotundos de una afición entregada. El toro no tuvo el mismo fondo que el anterior, era más parado y que no terminó de embestir, sobre todo por el pitón izquierdo. Unos defectos que para nada bajaron el nivel de la faena de Manzanares, que volvió a estar soberbio. Siempre bien colocado para citar al toro, llevarlo y volverlo a recoger con una despaciosidad y elegancia innata. Volvió a matar en la suerte a recibir y esta vez sí dejó la que, casi indudablemente, será la estocada de la Feria. Dos orejas sin discusión con petición de rabo incluida.

Y en medio de toda esta retahíla de halagos, cabe destacarse muy merecidamente además, que en la lidia de ambos toros los banderilleros fueron ovacionados y éstos desmonterados.

Mundotoro

Manzanares ha vuelto a deleitar, esta vez en Albacete. Tras su forzada ausencia del pasado año, debido a su corte en el dedo, el alicantino regresó por todo lo alto a la Feria de la Virgen de los Llanos, donde obtuvo cuatro orejas después de cuajar a placer a dos toros con diferentes registros de Juan Pedro Domecq. No corrieron la misma suerte ni Juan Mora, pitado en sus dos turnos, ni Castella, que también recibio las iras del público tras fallar con el estoque frente al incierto sobrero de Algarra que hizo quinto.

Manzanares ha estado pletórico con un toro fijo y noble, un perfecto colaborador. Las tandas sobre la derecha y la zurda han rivalizado en verticalidad, elegancia, empaque, profundidad y despaciosidad. El toro ha tenido compás y entrega y el conjunto ha resultado superlativo. La estocada, a recibir, ha quedado en media. Con el que ha cerrado plaza, ha estado en el mismo nivel, apoteósico con un toro más parado y renuente a embestir, lo que ha sido compensado con la muleta imantada del alicantino, que ha vuelto a derrochar garbo, firmeza, naturalidad y hondura. Se ha empeñado en volver a intentar matar a recibir y esta vez ha dejado una fenomenal estocada de efectos inmediatos.