Javier Sedano
Manzanares: dos conciertos más”; “Manzanares se ratifica en Sevilla”; “Cuando el Mediterráneo también es bravo”; “La otra dimensión de Manzanares”; “Manzanares: Señor de Sevilla”; “Monumental Manzanares”; “Manzanares, sevillano de adopción”, fueron algunos de los muchos titulares que el pasado 7 de mayo poblaron portadas y páginas de toros en los diarios españoles. Ese día, José María Manzanares comparecía por segunda vez en la Real Maestranza de Sevilla y ratificó lo mucho que ha conseguido en sus ocho años de alternativa constatados con la exquisitez desparramada en el arranque de la temporada española, Valencia y Castellón. La Feria de Abril de este año pasará a la historia por, entre otras cosas, ser la que consolidó y aupó al trono del toreo a uno de los diestros que más torería y pasión derraman por los alberos de uno y otro lado del Atlántico.
En su primera comparecencia del 30 de abril, Manzanares indultó al tercer toro de Núñez del Cuvillo -Arrojado de nombre y el primero, desde el siglo XIX, que pasaba vivo a los toriles de la gran plaza andaluza-, y salió a hombros por la Puerta del Príncipe por dos faenas catedralicias e imborrables. En las páginas de LA GACETA, José Antonio Del Moral escribía: “Lo importante es que puso al público en pie varias veces en las dos faenas y que convirtió a La Maestranza en un manicomio sumido en el éxtasis por lo vivido y compartido con el extraordinario artífice”. La tarde del 7 de mayo, los complicados toros de Jandilla no impidieron que el de Alicante sacara de nuevo a relucir su valor y su inteligencia: “… así son estas corridas salvadas por un toro siempre y cuando caigan en manos de toreros como este todavía jovencísimo José María Manzanares, a quien será muy difícil que nadie pueda frenar en su ascensión a la máxima cumbre del toreo”.
Entre una y otra, apuntes al recuerdo, el de padre e hijo, el de ese día de mayo de hace ya cinco años, cuando un todavía pipiolo Manzanares cortaba la coleta por sorpresa a su padre. El escenario, una vez más, La Maestranza. Con poca suerte ante sus dos toros y con parte del público increíblemente a la contra, el maestro alicantino pidió sorpresivamente a su hijo que le cortara la coleta. Una vez finalizado el festejo, varios matadores de toros que había en la plaza se tiraron al ruedo, auparon a hombros al gran torero y le sacaron por la Puerta del Príncipe. Esta vez, sí, el gran Manzanares abría la mítica puerta grande de España y daba cumplida cuenta a una carrera labrada a pulso, una carrera elegante, estética, acompasada…armoniosa. El gran torero del Mediterráneo dejaba el listón sumamente alto a su precursor, que ya por esas fechas despuntaba la misma elegancia y parecidas formas. El caso es que los dos terminaron llorando… ¡y cómo caen las de los de luces!
“Tú eras La Cartuja de Granada, pero tu hijo puede ser la Catedral de Sevilla”, le comentaron en una ocasión a José María Dolls Abellán, José Mari Manzanares, cuando comenzaba a trastear su hijo en los campos alicantinos apoyado por una familia de una gran tradición taurina. Las lágrimas de uno y de otro y el compromiso paternofilial simbolizaron una relación sustentada en el sacrificio de una carrera tan dura como gratificante. Una relación que, en cambio, no ha tenido la continuidad ni la pasión deseada, como así parecía constar en esa tarde de mayo en el albero maestrante. Lo cierto es que las relaciones entre ambos han tenido más altibajos que continuidad. Aprovechando el tirón de sus excelsas figuras, las revistas del corazón no tardaron en pregonar a los cuatro vientos las deslealtades y los enfrentamientos entre padre e hijo (muchas veces apuntando, pero sin acertar) y movidas, como ha ocurrido en otras tantas ocasiones con sagas ligadas a la Fiesta, por su periodismo de portada y esquela que por su rigor. Es cierto que ambos se han ido alejando periódicamente, pero también es muy cierto que siempre se han reencontrado. José María Manzanares hijo tomó la alternativa en Alicante el día grande de la feria, el 24 de junio de 2003, al igual que hizo su padre. Fue una tarde apoteósica, en la que el torero atravesó en volandas la puerta grande con tres orejas y un rabo, pero a partir de ese momento la cadencia y el tino del joven diestro fue menguando, no era el mismo, se despistó y ahí estuvo el padre, lo retiró por un tiempo del mundanal ruido torero, se lo llevó al campo y allí trató de infundirle ánimos y a transmitirle los sabios consejos del oficio: responsabilidad, esfuerzo, compromiso, sacrifico… y ¡hasta hoy! El padre lo intuía, el hijo no se lo creía y poca gente confiaba en que pudiera desbancar al gran torero alicantino, a su padre, del podio taurino. Se lo creyó y está en ello.
“Mi madre toreó una becerra estando embarazada de mí. Toreo junto a mi padre y él le dijo: para que el hijo que llevas dentro sea torero”, una anécdota que simboliza, al fin y al cabo, admiración y respeto. En noviembre del pasado año se casaba Manzanares con la que ha sido su novia de toda la vida, Rocío Escalona. Al poco tiempo el diestro comunicaba a su padre el embarazo de su mujer. Las aguas han vuelto a su cauce.
Y entre tanta anécdota, chismorreo y eco de sociedad, la figura de José María Manzanares aflora con fuerza en el orbe taurino. Premios y más premios, triunfo tras triunfo, son el resultado de una carrera tan meritoria como ganada a pulso, más allá de los beneficios iniciales adquiridos por ser nieto de banderillero e hijo de gran torero. “Al principio sí pesa mucho el apellido, siendo hijo de una gran figura las comparaciones son inevitables, pero me he ganado ser yo mismo”, aunque el mérito no queda ahí, Manzanares ha sabido conjugar como pocos, aunque muchos lo intentaron, el arte del toreo con las máximas de la modernidad. Su plante y gallarda figura le han elevado también a las portadas de las revistas de la moda y la elegancia. Vogue, Elle, AR, Vanitas Vanitatis, en su último número… las primeras y más importantes revistas del mundo de la moda y del glamour se disputan la figura del diestro alicantino. Manzanares es consciente, y lo lleva a la máxima expresión, que cualquier canal es bueno para explicar el toreo y acercarlo a la juventud, explota el marketing y la comunicación como pocos y bebe de las nuevas tecnologías en esa metamorfosis de dejar a un lado al torero añejo e impulsar al diestro innovador y diferente: asiste a todo tipo de presentaciones y eventos, viaja con iPod (donde escucha a sus grandes: Camarón y Alejandro Sanz) y convive con el ordenador que le permite mantener el Twitter que tiene y echar un vistazo a su página web personal, que, por otro lado, mantiene actualizada su gabinete de prensa. Un complemento publicitario a tanta faena acumulada.
“Le ha faltado continuidad, pero está en el camino. Como torero es un clásico, un ortodoxo, con muletazos largos y profundos”, comenta el crítico Ángel Arranz. “El padre ha sido uno de los toreros mejor paríos, pero sus grandes calidades y cualidades pueden ser superiores a las de su padre”. Le ha faltado continuidad, es cierto, rota por tanto contratiempo y tanta lesión. En todo caso, su clasicismo, su pureza y su belleza serían cumbre si, como apuntan los que saben de esto, cargara la suerte, pero es un detalle menor que puede corregirse y que puede consolidar su camino de perfeccionismo.
Le queda Madrid, la plaza pendiente. Torea el miércoles junto a El Juli y Sebastián Castella. “Antes de cada toro rezo, me toco las medallas y el hombro izquierdo, donde tenemos el ángel de la guarda. El arte brota cuando te olvidas de la técnica y todo se vuelve sentimiento”. Por cierto, en el omoplato izquierdo lleva tatuada una manzana… de Manzanares.
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