Varias contradicciones rodean a Manzanares. Es un torero clásico, ha cortado casi cien orejas pero el taurinismo le pide más cosas. Quizá, que toree siempre como en Barcelona el pasado sábado 26 de septiembre: sublime de principio a fin de una apoteósica actuación que le valió cuatro orejas. Fue aquella una rúbrica colosal a otra temporada en la que combinó el sello de torero caro con la regularidad en el triunfo. Cuatro años en ese ritmo no es cualquier cosa.