La sombra de la gran faena de José María Manzanares a Dalia sobrevolaba el ruedo de Las Ventas. Cartel de No hay billetes bajo la presencia de Su Majestad el Rey Felipe. Toros de Victoriano del Río, la misma ganadería en la que nació aquel toro con el que Manzanares hizo historia en la  última Corrida de Beneficencia.

 
En esta ocasión, ningún toro con condiciones parecidas a aquel salió por chiqueros. El recibimiento a la verónica al segundo, un castaño salpicado de bonito pelaje, fue lo mejor que pasó hasta el momento. El diestro se encajó con el toro, compás abierto. Flojeó el animal y fue devuelto.
 
Brindó al rey el que salió en su lugar. El de Domingo Hernández no tenía la franqueza ni el empuje necesarios para instrumentar una faena con transmisión. El diestro lo empujó y ayudó en todo momento. Por el derecho aplicó su suave dominio. Por el izquierdo pudo lucir su toreo algo más. Lo llevó con profundidad, con los talones asentados. Acabó con él de estocada entera.
 
La calidad del torero salió a relucir de nuevo en el saludo capotero al quinto. Jaleadas verónicas que terminaron con una vistosa revolera. Lo llevó por chicuelinas al caballo. Y allí le dejó con una media de dinastía. Tuvo que emplearse Manzanares para que el animal se mantuviera en pie. Toreó despacio pero la falta de transmisión del de Victoriano fue de nuevo un escollo imposible de salvar. Toreo siempre a favor de obra. Pero incluso así el animal acabó rajándose. De nuevo la espada entró al primer intento.