Lo que era una quimera germinó en un sueño. De azul turquesa y oro, arando la bravura de ‘Arrojado’, abrió la semilla de un indulto en el dorado albero de la Maestranza. Dador de vida por su reciente paternidad, ya sueña con la cuarta generación manzanarista, tribu que tiene al temple como estrella solar de su tauromaquia. En su pulso juega con fraguar conjugaciones ordoñistas del Tajo de Ronda y de su padre, pleamar mediterránea de luces.