Domingo de Resurrección en Sevilla, con el cartel de “no hay localidades” desde la mañana, llegaba Manzanares a su décima cita a lo largo de su carrera con uno de los días más relevantes del calendario taurino.

Al primero lo recibió con tanta esperanza como poca clase mostró el animal. El toro de Victoriano del Río nunca se entregó en sus embestidas ni en los primeros tercios ni en la muleta de Manzanares. Tras un buen puyazo de Paco María, el diestro lo intentó con más valentía de la que el animal mereció. Lo puso todo el alicantino, incluso a sabiendas de que poco provecho sacaría de allí y llevándose una muy aparatosa voltereta en la que el animal lo zarandeo con saña. Estuvo heroico. La derecha del torero mandó, y también su espada. Gran ovación.

Al quinto lo toreo con la misma alegría que calidad con el capote. Figura estirada, sin filigranas, acompañando la embestida con la cintura y los talones clavados al piso. Planteó una faena firme Manzanares al bravucón y finalmente rajado quinto. Dos trincherazos de buen gusto y algún pase de pecho rematado en la hombrera contraria llegaron al público. Firme derecha y profunda izquierda a pesar de los cabezazos del animal. Lo cuidó el torero pero su oponente apenas duró dos tandas sin buscar las tablas. Cerca de la puerta de chiqueros Manzanares puso fin a la historia con su eficaz espada una vez más.