José María Manzanares lidió con las adversidades de una tarde marcada por el mal juego del lote de «cuvillos», el viento y un sector de la plaza que estuvo empeñado en emborronar cualquier opción de éxito desde prácticamente el paseíllo.
Manzanares responsable y profesional que estuvo más tiempo en la cara de lo que merecieron sus dos cuvillos. Escurridos y escasos los dos, sin clase pero con cierta violencia en los finales de cara suelta que no terminó de corregir el alicantino. Por eso tiró líneas con suavidad al primero, enganchó bien, desengaño mejor y aplicó temple y torería a dos faenas de construir mucho para no llegar nunca a torearlas caras altas y las sosas embestidas que pitaba Madrid. Por eso remató con brevedad con dos estocadas de premio y echó el punto a una tarde sin más historia. Por Marco A. Hierro para Cultoro.com