Manzanares no pudo hacer nada con un toro endeble y de escasa raza que fue protestado ya de salida. El de Alicante apenas pudo que matarlo con decoro. Se resarció Manzanares ante el sexto, el jandilla de mayor calidad del festejo. Se fue el alicantino a los medios para cincelar una obra sobre ambas manos construida bajo la naturalidad, la elegancia y el temple. Faena de gran calado por su hondura y enjundia. Mató de un soberbio estoconazo en la suerte de recibir, consiguiendo las dos orejas y abriendo la puerta grande. Vía aplausos.es