LA GACETA
Otro zambombazo de José María Manzanares que cortó tres orejas y un rabo del segundo toro, el único bravo y noble aunque no fácil por muy pegajoso de, por los demás, una deslucida corrida de Núñez del Cuvillo. Enrique Ponce y Miguel Ángel Perera se estrellaron. El joven maestro de Alicante salió a hombros.
José María Manzanares continúa en plena forma y, ello, unido a su estado de gracia, le ha convertido en un torero privilegiado e invencible. Exclamaciones levantó al salir el jabonero segundo toro de una tarde que había empezado mal. Manzanares ganó terreno lanceando a la verónica con garbo y temple. El toro metió la cara por ambos pitones, pero echó la cara arriba en un buen puyazo de Chocolate. Manzanares solicitó el cambio de tercio y los peones del alicantino dieron otra lección de las muchas que llevan esta temporada. El toro galopó y anunció lo que todos esperábamos. Otra de las maravillas que este año está coleccionando el alicantino como si fuera una fábrica de grandes acontecimientos. No es necesario pormenorizar cómo toreó José Mari con las dos manos, sobre todo por el mejor pitón derecho de este toro que fue un tejón repitiendo sin cansarse hasta parecer angustioso. Por ello, el gran mérito de una faena, tan ligada, que algunas tandas no tuvieron solución de continuidad, como si todos los muletazos parecieran uno solo. Y, claro, tras otra estocada recibiendo, recetada en los medios, la gente se volvió loca y a Manzanares le dieron el rabo. Manzanares dio la vuelta con el ganadero. Algunos protestaron. Mejor. Así pareció mortal el celestial suceso.
Esta vuelta al ruedo de Manzanares tras cuajar su primera gran faena en el sur oeste francés me trajo a la memoria la también primera que dio en Dax siendo un niño de ocho años de la mano de su señor padre que cortó dos orejas de un gran toro, dándome la ocasión de dedicarle una crónica que titulé “Cinco minutos en la Corte Celestial”. De ahí que la traiga hoy al coleto por la celestial faena que ayer hizo su hijo al cabo de ventiún años transcurridos entre aquella y la que acabamos de ver.
Aún más bravo pareció el quinto que, además de perfectamente lidiado, propició un momento estelar del gran picador, José Antonio Barroso, cumbre en un puyazo que sólo apuntó antes de mantenerse sobre su caballo cuando el toro romaneó y por poco lo derriba. De nuevo y, cómo no, muy bien Trujillo y Blázquez en palos. Manzanares se fue enseguida a los medios tras tantearlo por arriba y, poquito a poco, lo fue enseñando a embestir a su placer que, si no resultó completo con la mano derecha, fue porque el toro protestó. Luego gazapeó por el izquierdo. Y se volvió arisco, como también el viento. Manzanares lo metió luego con la derecha de uno en uno, llamando al toro con la voz y con la muleta muy puesta. Se los sacó por narices y bragueta. Aquí aunó el coraje a la técnica aunque, pese a extremar ambas virtudes, en un remate casi lo coge el toro. No le importó. Siguió empeñado en lo que se propuso hasta matar de un grandioso volapié. Otra oreja. Manzanares subió así a lo más alto de los cielos de la viscontiniana ciudad termal landesa.
APLAUSOS
De pelo jabonero sucio, el segundo fue un toro bonito y bien presentado. Manzanares, que manejó el capote sentido y templado a la verónica, ganado terreno al toro hasta llevarlo a los medios y rematar el saludo con una larga cordobesa, tomó un puyazo cumpliendo. Con los palos anduvo extraordinario Curro Javier que, como su compañero Luis Blázquez, saludó montera en mano. Con la muleta la faena del alicantino fue extraordinaria frente a un toro de gran clase y transmisión, especialmente a derechas. Las series surgieron largas y mandonas y la plaza se volvió loca. Remató su obra con una gran dosantina y un formidable espadazo en la suerte de recibir. El toro, de nombre «Pregonito», número 101, de 523 kilos y nacido en enero de 2007, fue premiado con la vuelta al ruedo y el torero, que paseó las dos orejas, sacó al ruedo al ganadero para que le acompañara en el paseo triunfal.
EL MUNDO
José María Manzanares y el toro Pregonito, de Núñez del Cuvillo, fueron los dos grandes protagonistas del festejo de la Feria Fiesta y Toros de la localidad francesa de Dax celebrado ayer. El alicantino paseó los máximos trofeos del toro, un jabonero sucio bravo y noble que no se cansó de embestir, gracias a una faena cumbre por ambas manos con momentos de gran belleza, temple y profundidad. Manzanares remató su obra con una gran estocada en la suerte de recibir y paseó las dos orejas y rabo del toro acompañado del ganadero Álvaro Núñez. El torero alicantino cortó una oreja más del que hizo quinto, un animal que se lo puso mucho más difícil al que terminó metiendo en la muleta antes de acabar con su vida de otro soberbio espadazo.