No hay billetes en el día que muchos consideran el más taurino del año. José María Manzanares en el cartel, en «su casa». Se guardó un minuto de silencio en recuerdo del pequeño Adrián y del torero recientemente fallecido Manolo Cortés.

A punto estuvo de llegar una oreja que habría premiado una faena de extraordinaria calidad, especialmente con la mano izquierda al quinto de la tarde. 

No fue un toro de enorme fondo ni fuerza pero sí destacó sobre el que tuvo que lidiar antes el diestro. Manzanares lo entendió a la perfección e instrumentó una faena de temple y mucho gusto por ambas manos. La administración de los tiempos, una vez más, fue clave. Se calentó el público sevillano con su sedosa zurda. Encontró el equilibrio perfecto entre torear para él y hacerlo para que el de Cuvillo no se acabara. Lo templó y llevó con profundidad y verticalidad. Talones asentados y enorme poso. Cobró una buena estocada al segundo intento y saludó el premio del público en forma de ovación.

El recibimiento de Manzanares al primero de su lote tuvo empaque y calidad capotera de dinastía. Flojísimo el animal y sin fondo desde inicio. 

Replicó a Roca Rey en un quite por chicueluinas de mano bajísima, abrochado con una media que jaleó La Maestranza. El toro se vino a bajo a pesar de los tiempos que le dio el diestro. El de Núñez del Cuvillo, sin raza, sin clase, ni corazón, se apagó muy rápido. Su matador sólo pudo hacer lo que estuvo en su mano: intentarlo concienzudamente y dejar una estocada de libro. Buena actuación de Chocolate y Rafa Rosa, que se desmonteró.