José María Manzanares salvó con su calidad y concepto puro y clásico del toreo una tarde abocada a la indiferencia a causa de los toros de Victoriano del Río. El primero salió suelto de inicio, lo enceló JMM primero en el recibimiento capotero y después mediante un quite por chicuelinas de mano baja, de pura inspiración manzanarista. El toro comenzó ya rajado, huyendo hacia toriles en los primeros compases. Manso de libro acometía rebrincado y defendiéndose. El matador debía estar más pendiente de que no se marchara que de torear bello. Lo intentó por ambos pitones y lo único que el torero pudo hacer finalmente fue concluir de una eficaz estocada a la puerta de chiqueros. Se desmonteraron Daniel Duarte y Luis Blázquez tras banderillear con solvencia y pureza.

Con gusto y mucho empaque toreó Manzanares al quinto, no mucho mejor de condición que sus hermanos. Pero el torero administró su escasa fuerza con dosis de tiempo perfectas, potenciando su clase. Eternos los cambios de mano. Alcanzó una profundidad única, toreando con gusto y calidad por ambos pitones. Faena grande de Manzanares firmada con una perfecta ejecución de la suerte de recibir a la hora de matar. Obra de dos orejas que el presidente entendió de una.