Te dejamos una selección de los recortes de prensa y las crónicas junto con fotografías de la tarde de Fallas 2011
LA RAZÓN / PATRICIA NAVARRO
17 Marzo 11 – Valencia – Patricia NAVARRO
Se equivocó, dicen, cuando intentó rematar la obra con una estocada recibiendo. No recibió la suerte de cara. Ni se arrancó el toro ni entró el acero. Se desmoronaba el colofón de un embrujo que fue creciendo. Una faena dorada, bordada en la plenitud del tempo, no sé si se puede torear más lento, más para ti y más de dentro.
José Mari Manzanares nos hizo disfrutar con el quinto, que salió suelto del peto, de los capotes, de las primeras embestidas de muleta. Manzanares le tapó la salida, le cosió las ideas a la muleta y repuesto el entuerto, se dejó llevar por las entrañas del toreo y compuso largo, mecida la embestida, acurrucada a veces al cuerpo y así le quedaron soberbios los pases de pecho que encumbraban la emoción del toreo a un misterio. Relajado. Sereno. Pleno. Hizo al toro, lo trabajó, lo cuidó y dio más de sí de lo que tenía a cuenta. No era para menos, la faena era de cante grande, monumentales los remates, torerísimos los derechazos, bellos los naturales y expectante el momento, ¡ese grandioso momento! en el que había que rematar la tanda. Quiso el toro acudir con nobleza, humillado, cómplice del evento, justito, en la delgada línea… Se perfiló para matar el as de espadas, pero el acero no entró. Ni a la primera, ni a la tercera. El sabor del toreo bueno no se amarga con el acero, aunque la imagen de la ganada puerta grande era ya papel mojado. ?
Había apuntado Manzanares la misma línea argumental con el segundo, noble a morir pero con el gas bajo mínimos. Increíbles los pases de pecho y la lentitud con la que firmó su paso por la plaza. Qué belleza. En las antípodas de la vulgaridad. Supo rico, a gloria lo que vino después.
En qué momento habrá soñado Manzanares  esa manera de rematar: pase de pecho, de pitón a rabo, que se dice… que no, que no, que hay mucho más… Que hubo mucho más. Ese pellizco en la barriga… Ni gladiador, ni combate… Arte.
BURLADERO.COM / MANZANARES, FAENA DE FIGURA
Faena de figura. Se le esperaba en Valencia, donde tantas veces había apuntado pero jamás había acabado de disparar. Y disparó, esta vez vaya si disparó. Y si no dio en el centro de la diana fue porque el estoque, que tantos éxitos le ha dado, esta vez se alió en su contra.
El toro en cuestión, el quinto, no parecía mejor que otros. Pegaba un seco tornillazo al final de los pases y salía distraído en demasiadas ocasiones. Pero Manzanares supo templarlo con exquisitez milimétrica. Ese fue el secreto de que el animal embistiese pareciendo mejor de lo que realmente era.
Y la faena fue a más, siempre a más. Largos los derechazos, extensos los naturales, inacabables los pases de pecho. Toreo exquisito con goteos excelsos, en los que el olé se prolongaba hasta el infinito. Y con las dos orejas seguras, apostó por dos veces a matar recibiendo. Pinchó en ambas ocasiones, y en dos más al volapié, y el premió quedó en ovación, que no el recuerdo.
Antes había cortado una oreja del segundo, un buen toro, bueno pero al límite de las fuerzas, y por lo tanto de la transmisión. Manzanares supo tirar de él dejando que metiese la cara en la muleta y llevándolo siempre muy toreado en series ligadas sin enmienda. Largos los pases de pecho, prácticamente circulares rematados en la hombrera contraria, y, esta vez sí, monumental la estocada.
MUNDOTORO- LA FAENA DE MAÑANA
Hay faenas de toreo que terminan en su tiempo real. Mueren a la vez que muere el toro. Agonizan con él. No alcanzan a prolongarse más allá del tiempo que tarda el torero en ir a tablas a echarse un buchito de agua en la garganta seca del miedo. Se acaba y los rechaza la memoria. Hay otro toreo. El que dura hasta mañana. El que viaja en el largo viaje que tiene la memoria. Llevaba Manzanares tiempo toreando en tiempo real, muy quebrantado por cirugías esotéricas, por enfermedades y por quien sabe qué cosas de los males de ojo que acogemos a nuestro pesar los humanos. Le cambiaban el paso. Alto y a seguir. Justo cuando le llegaba la paz del poso y el paso hacia adelante, se iba al médico. Y en apenas unos días, se le hace de nuevo la salud con una forma de torear de calma, sin arrebato, lenta. Esa forma de torear que es mejor al día siguiente y en los días venideros. Con ese toreo Manzanares robó todos los titulares a Morante.
Se los quitó de la forma más natural. Hoy me toca. Con naturalidad, que es la forma cumbre de torear. Por quedarse con todos los titulares hasta le hizo un favor a Cuvillo. Una corrida con cierto aire aniñado en caras y expresiones, escrito lo de niño con el respeto que desea evidenciar la carencia que hay entre lo hecho en trapío y lo falto en trapío. Una carencia o justeza en la frontera del faltar que aumentó a causa de la falta de raza y de fondo de la corrida. Tuvo nobleza y a ratos clase, se dejó mucho pero en el límite de la inexpresividad de la bravura. Por eso digo que Manzanares le robó, de amigo bueno, los titulares negativos. Poco duró el primero, se movió bien pero entre algodones el segundo, se vino abajo el tercero. Manseó y se sintió podido para medir luego el cuarto, mejoró mucho y en muy bueno el quinto, pero para acertar con las claves, y se desfondó el serio sexto. Puesto Manzanares en el titular, dosis pequeña pero exquisita deMorante y buena nota de Luque.
Esa especie de estigma sobre la ambición que pesó sobre el padre, grandioso, se la pegaron en el ADN histórico al hijo, se derrumbó hoy.  Tanto buscó la segunda oreja del quinto, que perdió todo en la apuesta de matar recibiendo, siendo él un hombre fulminante con la espada. Asunto de casquería. El toreo en tiempo real necesita de orejas, el de la memoria no. Y además de ese toreo despacioso, hubo la construcción artística de dos faenas de nota, muy buena la segunda. Un quinto toro a su aire en la salida, con la cara suelta al pasar, y del que pocos, el toreo sí, vio su buen aire, su fondo rescatable. Para saber la clave que consistía primero en los terrenos, pues marcó querencia. Luego en distancia, pues se venía con la cara suelta y rebotado y en corto hubiera sido la ruina en tropiezos. Luego el no hacerle mucho daño, pues el castigo hubiera anulado su fondo. Mucha tela.
Con esas claves sabidas eligió las afueras, consintió que se le viniera como alocado sin un sólo enganchón y se fue ajustando poco a poco con él, exigiéndole en progresión, cambiando terrenos cuando se cerraba, y con ese compás lento de la velocidad a veces ¿reducida? Con la derecha lo ligó con el trazo limpio y justo, cuerpo acompasado, sin un gesto de violencia e incluso insistió con la izquierda, por donde el toro se había rebozado en enormes pases de pecho, pero protestado en las tandas. Y pausas. Y dos tandas finales apretándose más pero despacio. Primero decidió a recibir, luego al encuentro y luego a su forma de siempre. Perdió dos orejas pero ganó más. Dirán que si le mete la espada como al segundo lo arregla, pero casi como no es cierto. A veces esas matemáticas no cuentan.
Ese espadado como el rayo con el que tumbó al segundo, toro montado y lavado de cara, que come nzó llevando un trote a su aire en la muleta, ya dejó ver a ese Manzanares cuando torea para mañana. Con la derecha lo consintió sin dureza en cites y embarques, trató de mejorar su viaje por el pitón izquierdo y, luego de dosificarlo, lo atacó en la última serie. Era forma de torear, también, para el día después.
APLAUSOS.ES
Por fin rompió Manzanares en Valencia. Paró los relojes con un toreo a cámara lenta, lleno de pausa y despaciosidad ante un toro que fue a más en la muleta. Los adjetivos se quedan cortos a la hora de explicar la armonía de unos muletazos embraguetados a la bella figura del torero, que se enroscó siempre al toro llevándolo muy atrás. Los pases de pecho duraron una eternidad, dejándose al toro en el mismo sitió donde lo embarcó. El toreo al natural tuvo hondura y rotundidad. Se volcó el público con el torero. Quiso culminar tan bella obra en la suerte de recibir, pero pinchó en dos ocasiones y otras tantas más al encuentro. Se le esfumaron las orejas con la espada, con la que el alicantino siempre suele estar acertado.
ELMUNDO.ES /Zabala de la Serna
Manzanares lo bordó con el quinto. Despacio, despacio. La mano izquierda tuvo la pausa de Zaragoza hace dos años con un toro de Salvador Domecq. Muñeca, muñeca. Y cintura. Hondura. La derecha también cimbreó el toreo. Los pases de pecho fueron eternos. Pero a Josemari no se le ocurrió otra cosa que matarlo en la suerte de recibir que terminó siendo al encuentro y un error. Se le fueron las dos orejas. La ovación final aun resuena.