Llegó el toreo puro, clásico y hondo a Gijón con JM Manzanares, quien intentó recibir a su primer toro a la verónica. Pero el animal de Garcigrande no pasaba de los vuelos de la capa del de Alicante. En la muleta, sin llegar a ser el aliado perfecto para la faena soñada, Manzanares logró su mejor versión en una labor que fue creciendo a nivel artístico a pesar del viento que molestó por momentos. Los dos cambios de mano aun perduran en la misma medida que caló en el publico su toreo de mano baja por ambos pitones. Fue cogido al entrar a matar, después de insistir con fé y confianza en la suerte de recibir, y dejando un espadazo al segundo intento.
Al quinto le cortó una oreja después de instrumentar otra faena de plasticidad y elegancia. El de Garcigrande punteaba y embestía cambiando de velocidad, complicando el temple de los trazos. Manzanares sin embargo lo fue puliendo a base de mimo y suavidad, de no dejar que tocara la muleta. Los profundos pases de pecho con la figura compuesta, muy torera, gustaron sobremanera. Como también encandiló su fulminante forma de matar.