Los tendidos de la plaza de toros de Soria se llenaron hasta no caber un alma. En la arena un torero que atraviesa su mejor momento artístico. Y allí, en el ruedo, lo demostró.
Al primero le cortó una oreja porque la presidencia no accedió a la fuerte petición de la segunda. Manzanares toreó asentado, instrumentando una faena de menos a más ante un toro de Capea que flojeó desde el inicio. Lo cuidó para que le durara. Trazó con la derecha con la profundidad y calidad habituales. La plaza enloqueció si no tanto, más, cuando se echó la tela a la izquierda. Su toreo al natural enamora en cada plaza que pisa. Los de pecho calan muy hondo y la suerte suprema recibiendo es inigualable.
El toro más flojo y sin fondo ni raza apareció por la puerta de chiqueros en quinto lugar. Manzanares dejó un par de lances con la capa de mucho gusto pero el animal fue decreciendo en todo. A pesar de sus mimos y tiempos en la muleta, el de El Pilar se derrumbaba continuamente ante las constantes protestas del público. Poco mas pudo hacer que dejar un muy certero volapié. Ovación a su labor y disposición.