Castellón vivió la plenitud de un torero. Gozó de la calidad, de la torería y de la raza. De un José María Manzanares excepcional. Le obligaron a saludar una emotiva ovación a modo de bienvenida tras el paseíllo.

Quiso el torero alicantino devolver el cariño a la afición de Castellón. Y quiso hacerlo con su primer toro. Lo brindó y lo intentó por activa y por pasiva. Se puso de verdad desde el inicio pero se encontró con el animal de menos raza y fuerza de la corrida. Lo citó de lejos y consiguió robarle dos buenos derechazos iniciales, pero ni ayundándolo consiguió que el toro no perdiera las manos una y otra vez. En banderillas se desmonteró Curro Javier.

Con el segundo fue a otra cosa. A poco que el toro sirvió, el público vio y valoró al Manzanares de 2015. La entrega de un torero que acumula cualidades y condiciones y que derrocha torería, elegancia y profundidad. El capote del alicantino y sus manos prodigiosas fueron forjando una embestida con la que poder crear en la faena de muleta. Figura erguida, absoluto compás, ralentí en los muletazos… la escena era inigualable. Destacó un cambio de mano eterno. Ligó series de muletazos rematados detrás de la cadera, donde sólo los elegidos pueden concluir el trazo. Los dos circulares que precedieron a la suerte suprema fueron prodigiosos. Y el espadazo por sí solo ya valía una oreja. Pero logró dos y la puerta grande se abrió ante la plenitud de un torero excepcional.