José María Manzanares cuaja otra tarde más, esta vez traspasando las fronteras físicas al ser en Francia y las fronteras estéticas al abandonarse de tal forma que la improvisación surge dejando paso al valor natural. Manzanares se encuentra feliz y eso se nota en la plaza y en las sensaciones que transmite. En Béziers hubo calidad, hubo valor, improvisación y una fea voltereta que le propinó al salir de un pase de pecho con rodilla en tierra. Cuando José Mari interpreta nuevas suertes como la media de rodillas que le regaló a su primero todos los aficionados se sorprenden porque saben que sale de dentro, de una expresión interna no ensayada y eso hace que cada vez se vea más lejos un techo y se abren las puertas de una nueva dimensión. Es el año de Manzanares.