Era su día y era su feria. Y del mismo modo que hace ahora una década, Manzanares salió en hombros de su Alicante. Ni en los momentos más oscuros ni ahora que habita en el Olimpo han dejado sus paisanos de alentarlo y usarlo como estandarte de cada abono, y hoy, con el lote bueno de un desigual encierro de Victoriano del Río, Manzanares les devolvió con su toreo poder y seda tanta gratitud. Ponce, el padrino de aquella alternativa, cortó una oreja de un lote de estrechas opciones mientrasManuel Manzanares, hermano del homenajeado, exhibió una buena monta y se hizo con otro trofeo.
Encastado y con transmisión, a pesar de apretar hacia tablas y de rajarse al un final de faena, el burraco tercero exigió a Manzanares, que sometió su ímpetu en una faena emocionante. Pudo más el alicantino por el pitón derecho, por donde estructuró una labor que sin renunciar a la plasticidad y elegancia que distingue su concepto, tuvo el añadido del poderío y el sometimiento. Al público le llegó la intensidad de lo visto y demandó el doble trofeo después de una estocada corta de rápido efecto. Luego cortó otra del sexto, que embistió con calidad hasta que se rajó. Manzanares lo muleteó con suavidad y elegancia -primero sobresalieron dos series con la derecha- y remató su obra en tablas cuando el astado se consumió. Por mundotoro.com
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Tuvo buen tranco el precioso burraco que hizo tercero, y lo aprovechó Manzanares para variar el saludo con verónicas, chicuelinas y una bella tijera para el remate. Tuvo aplomo y serenidad para no dejar que se le subiera a la chepa el codicioso animal, con transmisión y con emoción para embestir humillado y largo por el pitón derecho, por el que llegaron los mejores momentos. Ofreció el trapo siempre muy cosido al morro, sin dejarlo pensar, tirando con maestría de la embestida para gobernar y no dejarlo a su aire. Por eso terminó rajado el bello ejemplar. Fueron monumentales dos cambios de mano de máxima entrega, como lo fue la estocada corta que sirvió para despenar al de Victoriano sin puntilla y pasear las orejas.
Repitió embestidas con humillación el negro sexto en el capote de un Manzanares que le dio suavidad y le exigió poco a la falta de fuerza que ya cantó desde la salida. Permitió un quite por chicuelinas al sobresaliente, Iván Pérez, y brindó luego a Tauro Joven su segundo toro. Y tuvo humillación y clase el de Victoriano, obediente a los toques, entregado en los embroques y largo en los finales, con un inteligente Manzanares administrando exigencias y dejando volar los vuelos para coser embestidas y pegándose un paseo entre tandas para buscar la duración. Terminó rajándose el animal antes de la estocada en la suerte de recibir y de la concesión de la tercera oreja.
Aplausos.
Precioso de hechuras el burraco que hizo tercero, al que José María Manzanares cuajó un variado recibo capotero. Cumplió en un puyazo largo y arreó en banderillas, llegando a la muleta del diestro alicantino con pies y mucha vida. Inició la faena en los medios sobre el pitón derecho en tandas que tuvieron transmisión y un cambio de mano marca de la casa. Al natural no hubo mayor historia para de vuelta a la derecha volver a prender la llama de la emoción con varias series muy celebradas. Mató de una estocada casi entera y cortó las dos orejas que le aseguraban la puerta grande.
Con el sexto, un toro noble y que embistió con clase, Manzanares pudo expresar lo mejor de su tauromaquia. Hubo muletazos despaciosos y dotados del empaque y la personalidad arrolladora del torero, mejor a diestras que al natural. Llenó el escenario Josémari y el toreo accesorio -cambios de mano, molinetes, el de las flores…- tuvieron enjundia y distinción. Al final de faena el toro buscó tablas y lo pasaportó de una estocada casi entera en la suerte de recibir para acabar cortando una oreja.