Recibió con un ramillete de verónicas acompañadas de los olés del público que se puso en pie tras la media verónica. El Segundo del hierro de Olga Jiménez tuvo las virtudes para que José María Manzanares interpretara el toreo clásico que pone a todos de acuerdo. Templadísimo se gustó al natural y también con la derecha, llevando a explosionar las tandas con esos pases de pecho tan profundos y tan personales. Saludó una fuerte ovación tras petición de oreja.
Se lastimó el quinto de la tarde y salió el sobrero de Daniel Ruiz al que lidió a su favor con el capote. Ya con la muleta Manzanares midió a la perfección los tiempos y mandó sobre un animal que cogía confianza rebrincándose. Sin apenas entregarse, el toro desarrollaba peligro mientras el alicantino trazaba profundos muletazos con ambas manos. Una faena que siempre fue a más y con sabor a triunfo grande que malogró con el acero.