Valladolid se rindió al toreo de José María Manzanares. El alicantino encandiló a los aficionados ya de salida gracias al notable manejo del capote. Manzanares se gustó y gustó en una labor que destacó por su temple, cadencia y buen gusto. El alicantino demostró el momento en el que se encuentra. Mató de una gran estocada en la suerte de recibir. El sexto fue el de peor condición de la tarde. Manzanares porfió con él pero la mansedumbre -el ejemplar acabó rajándose- terminó por imponerse. Por Manuel Illana
Las ilusiones renovadas de Manzanares en cada paseíllo vienen espoleadas por la torería que impregna sus faenas, por la constancia y la fe en sus esfuerzos, que también son terrenales. Le cortó las dos orejas al tercero, un toro que empezó a perder pujanza y profundidad cuandoManzanares limó las asperezas iniciales pero que tuvo ritmo y humilló dejando al torero disfrutar de muletazos largos y hondos. Matemática pura la estocada y la eficacia de su cuadrilla una vez más. El segundo tiempo no contó, el toro se rajó y no quiso saber nada de la película. Por Mónica Alaejos