José María Manzanares concede una entrevista al dominical del diario ABC y es realizada por Vicente Zabala.
La temporada 2009 lleva su nombre tatuado. Si Sevilla lo proclamó triunfador de la Feria de Abril, Barcelona y Zaragoza se rindieron sin condiciones a su toreo ralentizado de empaque y clase. Tres plazas de primera categoría como tres grandes premios de fórmula 1. Manzanares se desnuda en esta entrevista de la armadura de oro de matador de toros para mostrarnos la persona que se esconde dentro: un hombre joven del siglo XXI, formado, educado, preocupado por el mundo y profundamente enamorado.
En el fondo de la barra, a la hora en que el Sol pasa la frontera del mediodía hacia la tarde, José María Manzanares (Alicante, 1982) espera con la mirada fija en el remolino de la taza de café que arrastra toda una temporada. Flotan los recuerdos en espiral batidos por la cucharilla. Respira y transmite felicidad por un año abrochado con dos tardes memorables en Barcelona y Zaragoza. Si la faena del Pilar sucede en Sevilla por abril, se desborda el Guadalquivir.
«Ha sido el final soñado. Estos últimos años, por temas de salud, no había acabado las temporadas y, ahora, las sensaciones han sido muy buenas, mejor imposible», explica Manzanares con naturalidad. Los médicos le han revisado la `maquinaria´ en la Clínica Quirón. Diagnóstico: el torero está como un toro. Desde que en 2007 padeció la enfermedad del dengue, se cuida todavía más. Incluso cuenta con un nutricionista que le planifica dietas difíciles de seguir en los veranos de viajes infinitos y noches de carretera que cruzan la España agostada. Pero fuma más de lo que quisiera. Apaga el cigarrillo contra el cenicero y entramos en materia y en zona sin humos.
XLSemanal. En el poso de la botella, cosecha de 2009, se le ha visto más relajado que en los principios, como en Sevilla, de donde salió coronado triunfador.
José María Manzanares. Según ha ido avanzando la temporada, me he ido relajando. En las primeras ferias uno se tensiona más y, yo lo reconozco, toreo más eléctrico. En cambio, en septiembre y octubre la relajación que he conseguido es la que pretendo como torero, el abandono en el que te olvidas de la técnica. Alcanzado ese punto, todo es puro sentimiento. Entonces brota la obra de arte, cuando no hay nada pensado ni meditado. Eso te lo va dando el tiempo, la experiencia, que deja la presión de lado.
XL. La sufrida palabra `crisis´ no ha alcanzado a Manzanares.
J.M.M. Al revés. He evolucionado y crecido. Eso persigo: madurar mental y artísticamente. Casi más que en la forma de torear, en el yo interior. En cómo afronto los compromisos. A veces, me presiono demasiado. Si no corto orejas, parece que estoy en un bache. Y luego toreo peor, más atacado.
XL. Cuenta con una aliada infalible, la espada. Diría que mata más con la izquierda, la mano que sostiene la muleta, que con la derecha, que empuña el estoque.
J.M.M. Confío muchísimo. Lo que me hace matar así es la confianza en que el toro obedecerá siempre el toque con la muleta. Luego ya voy todo hacia delante.
XL. Escribió Benavente sobre Lagartijo: «La sabiduría resplandece más en la prudencia que en la temeridad».
J.M.M. [Se ríe] Totalmente. Hay que ser torero de cabeza fría y corazón caliente. Es lo que siempre me ha dicho mi padre.
Dentro de la armadura de oro de matador de toros de empaque y clase se halla Josemari, la persona, el hombre, el joven con cabeza de `marine´, mandíbula pretoriana, hechuras de Marlon Brando en La ley del silencio y rostro de púgil al que nunca le han partido la nariz (según tiene escrito David Gistau); el hijo del maestro José María Manzanares, el `hijo de´, esa etiqueta perenne.
J.M.M. En los inicios sí me ayudó. Después ha sido duro, una carga. Las comparaciones de la gente no las llevaba bien interiormente: mi padre, con treinta y tantos años de alternativa, y yo, que estaba empezando… Me presionaban mucho. Poco a poco he ido desarrollando mi concepto, que es el que él me ha enseñado, la fuente en la que he bebido. Estoy orgulloso de llevar su nombre.
XL. A otros sin reata se los juzga por sí mismos. O están bien o no, pero a usted le añadían siempre la lupa abrasiva del contraste.
J.M.M. Tanto para mal como para bien. Porque también he escuchado a gente decir: «Éste va a ser mejor que el padre…». No sé si lo seré algún día, porque para mí ha sido el más grande, y para igualarlo, aún me queda muchísimo. Pasaron del negativismo a la euforia. No creo que sea justo.
XL. Para Freud, había que matar, figurativamente, claro, al padre para autoafirmarse.
J.M.M. Lo que realmente he buscado siempre es que me viesen como un torero propio, no como el `hijo de´, a pesar de que lo sea. Pero que me analizasen por mí mismo. Poco a poco lo he conseguido.
XL. A la última hornada de vocaciones dinásticas (Palomo, Capea, El Cordobés) le ha sacado ventaja abismal.
J.M.M. No es fácil ser torero después de un padre que ha sido un figurón del toreo. Entran en juego las cualidades de cada uno y, luego, la lucha. Yo he tenido la vida muy fácil desde pequeño, por lo que el sacrificio es enorme; es tanto el tiempo que hay que dedicarle a la profesión que incluso sufres momentos de flaqueza. No nos hacemos toreros por necesidad, sino por amor a un mundo tan difícil y a la vez tan bonito. Es la persecución de un sueño.
XL. Y mientras se alcanza, se cruzan las cornadas. ¿Cómo encajó su bautismo de sangre?
J.M.M. Mal. Las sensaciones que tuve luego fueron de inseguridad, de duda. Me costó volver a la mente en el sitio para luchar contra el instinto de conservación.
XL. ¿Y cuál es el `sitio´ de Josemari Manzanares en la vida?
J.M.M. Mi novia me ha estabilizado mucho. Llevamos muchísimos años juntos [se conocieron en el colegio, en Alicante, a los 15 años]. Me ha dado la tranquilidad. Nos compenetramos muy bien. Ha vivido los malos y los buenos momentos conmigo.
XL. ¿Ella comprende al torero?
J.M.M. No es fácil comprender nuestra vida. Hay que tener muchas virtudes. Ser muy lista y, sobre todo, que te tiene que querer mucho porque son muchos ratos de soledad, momentos de miedo, de espera. No nos vemos todo lo que quisiéramos… Aguantar a un torero es difícil. En mi caso tengo muchos altibajos. Soy muy sensible. Y ella es lo suficientemente inteligente para mantenerme en un equilibrio.
XL. «El sexo sin amor es una experiencia vacía, pero de las experiencias vacías es la más maravillosa.» Lo dice Woody Allen. ¿Algo que alegar?
J.M.M. Hay gente a la que le gusta ver el sexo de una manera más viciosa que con amor. No es mi caso. Estoy enamorado y muy a gusto. No me fijo especialmente en eso.
XL. Condene el maltrato a las mujeres.
J.M.M. Hay un maltrato que no se ve: el psicológico. Y abunda más que el físico. Jamás se debe pegar a una mujer. Pero me duele casi todavía más el hombre que destroza a una mujer interiormente y anula su personalidad.
XL. El papel de la mujer en las plazas de toros cada día cobra mayor fuerza. ¿Suena igual el ole femenino que el masculino o la inspiración surge de otros motivos?
J.M.M. [Carcajada] Hay grandes aficionadas, pero en general el ole de las mujeres nace por distintas causas. Noto cuándo es uno y cuándo es otro.
XL. Forma parte de una generación de toreros que ha abierto el canal de la moda, o lo ha incorporado al toreo, para alcanzar a un espectro mayor de la sociedad, la juventud que vive de espaldas a la fiesta.
J.M.M. Sí. Es imprescindible despertar esa curiosidad en la gente que no va a la plaza. Yo lo hago pensando, principalmente, en dar a conocer el mundo del toro a nivel internacional. Piensan que somos salvajes. En las entrevistas que he concedido [Gala Francia publica la última] siempre intento explicar la fiesta, nuestras sensibilidades, cómo es el torero. Cuantas más cosas se conozcan, mejor, no tenemos nada de qué avergonzarnos.
XL. Incluso ahora que los valores de la juventud están en caída libre, no está de más exportarles palabras que forjan a un torero: disciplina, sacrificio, respeto a la jerarquía.
J.M.M. Al margen de lo que hagamos en la plaza, los valores que ha de tener un torero para alcanzar la cima son tan grandes, hay que renunciar a tanto, que creo que es un ejemplo para cualquier joven que quiera conseguir algo en la vida. Concentración, mentalización, superación… La preparación es tan fuerte que su vida es digna de seguir.
XL. Viaja usted con una capilla enorme.
J.M.M. La llevo a todos lados. Y ha ido creciendo. Cada estampa de cada aficionado, cada crucecita, cada medalla, la incorporo. Soy creyente y estoy orgulloso de serlo. Rezo antes de salir a la plaza, rezo al llegar, rezo antes de cada toro, me toco las medallas y el hombro izquierdo, que es donde tenemos al ángel de la guarda. Forma parte de un rito personal.
XL. En el omóplato izquierdo lleva un tatuaje.
J.M.M. Sí [sonríe], una manzana… de Manzanares.
XL. El hierro de la ganadería.
J.M.M. Sí, como si fuese herrado [risas].
XL. ¿Qué le duele más de un telediario: la corrupción de los políticos españoles, las guerras, las hambrunas…?
J.M.M. El tema de los políticos… Nunca se ponen de acuerdo. Unas veces dicen una cosa; otras, otra. No sabes cuándo dicen la verdad. El mundo de la política no me gusta nada. Hay mucha falsedad. Y las guerras, claro que me duelen. Pero me molestan sobremanera los valores que se ofrecen desde las televisiones. Hay cantidad de programas que no sirven para nada más que para reírse unos de otros, que no forman nada, que invierten los conceptos de la sociedad. Hay demasiado de todo ese tipo de tonterías.
XL. A la gente se le vende la imagen catódica del torero como el macho hispánico en continuo estado de celo, pero no se le cuenta su amor por la naturaleza.
J.M.M. Nos encantan los animales. De hecho, yo estudié Veterinaria. No conozco a ningún compañero que no sea amante del campo y de la naturaleza.
XL. ¿Compagina lo rural y lo tecnológico?
J.M.M. Las nuevas tecnologías nos facilitan la vida. No concibo entrenar sin mi iPod [Camarón y Alejandro Sanz, uno de sus grandes amigos, son la banda sonora de sus esfuerzos] ni viajar sin el ordenador [vigila constantemente su web; la PSP también lo acompaña en cada viaje, en la cama que se ha instalado en el Mercedes]. Las tecnologías son el futuro. No te puedes quedar descolgado.
XL. Concha Buika ha bautizado su reciente disco como El último trago. ¿Usted con quién se lo tomaría?
J.M.M. Sin duda, con mi novia. Hemos pasado juntos tantas cosas que, si fuese mi último momento de vida, lo compartiría con ella. Me lo ha dado todo.
XL. ¿Seguirá como novia o habrá que dar un paso más?
J.M.M. Estamos pensando en eso…
XL. Brindemos.